Y así, nuestro tiempo pasó más rápido que el invierno, y
cuando la primavera acusó, tan solo quedaba en la brisa una leve fragancia que
se podía distinguir a amor juvenil. Ninguno se quería siquiera a sí mismo,
mucho menos podríamos haber regalado tal amor a nadie. El otoño ya se está acabando y me da miedo que llegue el
invierno, y con él, su aroma inolvidable, su aroma entrañable.
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